Muchos creyentes tienen miedo a la soledad, tienen que estar con otros, hablando, trabajando, o viajando. No se toman el tiempo para estar en tranquila contemplación. Las presiones de la vida moderna nos impulsan a ser hiperactivos o personas que rinden más de lo esperado. Cogemos velocidad y nos cuesta detenernos. La vida parece ser un continuo empujar, empujar, empujar, seguir, seguir, seguir. El resultado es que no desarrollamos raíces espirituales profundas. Todavía repetimos las mismas frases hechas que compartimos con la gente veinte años atrás. ¡Ningún progreso en veinte años!Es posible estar tan atareados que nuestras almas lleguen a ser estériles.
La mucha actividad hace que nos ocupemos demasiado con nuestro trabajo y muy poco con nuestro Dios.
Aquellos predicadores que no pasan mucho tiempo en meditación y comunión solos con el Señor muy pronto empiezan a dar mensajes de segunda mano, copiados de otros, que tienen poco o ningún poder espiritual.
Todos debemos orar: “Señor, líbrame de la esterilidad de una vida ocupada”.
William Mac Donald.
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