El silencio de Dios

 


La madre Teresa de Calcuta dijo: "En el silencio Él nos escucha, en el silencio Él habla al alma y en el silencio escuchamos su voz".

Cuenta una antigua leyenda noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, encargado de cuidar una ermita en la que había una cruz muy antigua a la que acudía la gente para orar con mucha devoción a Cristo. Un día, el ermitaño Haakon, se arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu lugar, quiero reemplazarte en la cruz". El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: "Amado hijo, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición". "¿Cuál, Señor?", preguntó Haakon. "¿Es una condición difícil?  ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!", respondió el viejo ermitaño. "Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de permanecer siempre en silencio". Haakon contestó: "Os, lo prometo, Señor". Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el cambio. Nadie reconoció al ermitaño, colgado en la cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y este por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.

Pero un día, llegó un rico y al irse después de haber orado, se olvidó su billetera. Haakon lo vio y calló. Dos horas después vino un pobre, vio la billetera y se la quedó. Tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su bendición antes de emprender un largo viaje. En ese momento volvió a entrar el rico en busca de su billetera. Al no encontrarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se dirigió al joven y le dijo acusadoramente: "Dame la billetera que me has robado". El joven sorprendido, replicó: "¡No he robado nada!" "¡No mientas, devuélvemela enseguida!" "¡Le repito que no he tomado ninguna billetera!", afirmó el muchacho. El rico arremetió furioso contra él. Pero en ese instante, se escuchó una fuerte voz: "¡Detente!" El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven e increpó al rico por la falsa acusación. El rico se quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la ermita se quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo: "Baja de la cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio". "Señor",  dijo Haakon, "¿Como iba a permitir esa injusticia?" Cambiaron de nuevo el puesto. Jesús ocupó la cruz de nuevo y el ermitaño se quedó allí de pie. El Señor siguió hablando: "Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. En este momento acaba de hundirse el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabias nada. Yo sí. Por eso callo". Y el Señor nuevamente guardó silencio.

El capítulo 30 es continuación de la respuesta de Job, una argumentación que sale del corazón, un discurso en el que habla de lo importante que él había sido en el pasado y cómo ahora quienes lo conocen, lo acusan, le imputan pecados y se burlan de él. Su vida ha cambiado por completo, sus riquezas han desaparecido y sus amigos le han fallado. E incluso en su momento de mayor angustia expresa con respecto a Dios lo siguiente: "Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes. Te has vuelto cruel para mí; con el poder de tu mano me persigues" (Job 30:20-21). No le reclama a Dios lo que le está pasando, sino que le expresa su soledad, la aparente no respuesta de Su parte y el sentimiento que han colocado sus amigos de que algo debe de estar mal y que en algún momento de su vida debió equivocarse terriblemente para llegar a estar en esta situación caótica. ¿Te has sentido así alguna vez? Ensimismado en tus luchas, con oraciones sinceras que aparentemente no tienen respuesta, aparentemente solo, con el rechazo de quienes se supone deben apoyarte. Hay días difíciles, momentos en los que se desgarra el alma, en donde no hay una mano amiga que apoye, y sobre todo, momentos donde nos preguntamos cuál es la razón por la que Dios no nos contesta y el porqué se queda callado. Job pasó por ese momento sin saber que todo el universo miraba su integridad, sin saber que Dios estaba a su lado a pesar de lo que decían sus amigos, sin escuchar una aparente respuesta de Dios. Pero cuando Dios está en supuesto silencio, sigue trabajando y sigue mostrando Su poder, y como el patriarca lo constataría posteriormente, lo que el Señor estaba preparando para Job era grandioso. Aún en esos momentos complejos, Dios sigue en el control de todo. Aún en esas situaciones en las que aparentemente no hay respuesta, el Señor sigue dirigiendo cada rincón de este universo. Y aún en esa situación que estás afrontando ahora y en la que parece que todos te han dado la espalda, Dios continúa a tu lado y te recuerda que está preparando algo mejor para ti. No siempre es sencillo soportar los silencios de Dios, pero siempre será lo mejor confiar en que Él sigue teniendo el control. ¿Quieres colocar tu confianza plena en Él?, ¿deseas seguir siendo fiel aún en los momentos más difíciles de tu vida y confiar en que Él está preparando algo mejor para ti? 

Busca primero el reino de Dios.

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